martes, 27 de octubre de 2009

Chuchería, baratijas, cachivache, cambalache...



¿Será que el hacer cambalache se convirtió en una actividad deshonrosa
cuando lo verdadero comenzó a perder valor económico?.
Hacemos Cambalache, nuestra música está más que usada, pero la lustramos, la adornamos, y la ponemos otra vez en vidriera, porque en su momento nos conmovió y sabemos que aún puede seguir haciéndolo. Trocamos valiosos cachivaches, siempre por esperanzas.

M. Lourdes González Brizuela

María Elena Walsh se ha interesado desde su juventud en la difusión, creación, y recreación del folclore musical argentino, y otros estilos musicales foraneos que le sirvieron de materia prima para su obra musical infantil, la cual busca preservar en los niños la alegría, la sensibilidad y el juego que se refleja en sus canciones repletas del "nonsense". Desde la década de los 60´, sería extraño encontrar a un niño argentino que no haya escuchado y cantado alguna de sus canciones.
Hoy las mismas casi no suenan en las radios, ni son un producto de venta masiva, pero para muchos, (tal vez ya padres de familia) el solo oír el nombre de esta autora, o alguna de sus famosas estrofas, nos contacta con nuestra infancia, con el cálido espacio donde tuvo lugar esta música compuesta exclusivamente para el goce estético de los niños.
Se observa en los pequeños que en la actualidad tienen la virtud de poder escucharla (gracias a su familiares o maestros comprometidos con la enseñanza de lo estético), gozar de su cancionero de la misma forma que lo han hecho generaciones anteriores, y que por lo tanto la música de María Elena, como lo clásico, no caduca, volviéndose por el contrario novedosa ante tanta música infantil creada sin sensibilidad artística.